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La meditación no cambia al mundo; te cambia a ti; y entonces, si cada uno se cambia a sí mismo, el mundo se vuelve pacífico. Solamente hacemos la guerra porque no estamos en paz nosotros mismos, porque no sabemos que la persona a nuestro lado es Dios. No nos damos cuenta de que somos Dios y no nos damos cuenta de que aquel a quien matamos, disparamos, torturamos, también es Dios, y por eso es que el mundo no es pacífico.